por Miguel Ángel Rodríguez Mackay
Excanciller del Perú e Internacionalista
Mañana, lunes 7 de abril, se cumplen 3 años del histórico viaje que realizó, en 2022, el actual presidente del Gobierno Español, Pedro Sánchez, a Rabat, para su encuentro con el rey de Marruecos, Mohamed VI, sellando el inicio de una nueva etapa en la relación bilateral que, mirándola retrospectivamente, constituyó un verdadero y profundo punto de inflexión positivo entre ambos países, externalizando la máxima voluntad política española para poner coto a otra etapa de indefiniciones e imprecisiones respecto de un asunto que siempre estuvo dominado por su claridad histórica.
En esa ocasión, Sánchez reconoció la soberanía de Marruecos sobre el territorio del Sáhara Occidental, su excolonia, y declaró en nombre de España, que la propuesta de autonomía –prerrogativas político-administrativas sin soberanía– para el referido Sáhara marroquí, constituye el más serio, creíble y realista planteamiento que fuera presentado a las Naciones Unidas por el monarca de Marruecos, confirmándolo en el tamaño de estadista, pues la referida propuesta, por donde se la mire, reboza de un altísimo sentido y vocación por la paz en medio de un siglo XXI lamentablemente dominado por los conflictos, y porque está investida de un alto sello de vocación de apertura y práctica democrática porque siendo una propuesta unilateral, su aceptación exige que sea bilateral, una actitud de grandeza, nunca antes vista en un monarca, convencido, eso sí, que en todo momento la integridad territorial de su patria, resulta innegociable.
En esa misma ocasión, una declaración conjunta española-marroquí fue muchísimo más allá de la normalización de las relaciones bilaterales, creando el ejemplar contexto para voltear la página y solamente mirar virtudes, que es lo más idóneo para la confianza y buena vecindad bilateral.
Aunque no es un secreto que Pedro Sánchez no es santo de mi devoción, no podemos ser mezquinos en dejar reconocer su mirada de Estado con imperturbable elevación en política exterior, para dar el paso de Estado que se esperaba de España en el asunto del Sáhara Occidental.
Más allá de un menudeo de micro voces en la península de oposición al paso dado por la Moncloa –ha sido ratificado año tras año–, ahora se ha creado un contexto idóneo para una visita de Su Majestad, Mohamed VI, a España, y en el que hasta los medios de comunicación, asienten con grata aquiescencia, viéndose con aplauso los acercamientos culturales entre ambos países, y no solo por el inmejorable contexto de socios en la organización del Mundial 2030, junto a Portugal, si no, además, relievando el valor de la historia que lo liga por siempre.
Precedida de la decisión de los Estados Unidos en el mismísimo sentido, a la sensata postura española, le ha seguido una avalancha de decisiones unilaterales en el mundo, con Francia a la cabeza.
Insisto en que el Gobierno del Perú debería mirarse en el espejo de las oportunidades y convencerse de sumarse a las referidas adhesiones en el planeta. Un hombre o una mujer de Estado todo el tiempo solo debe pensar en los intereses nacionales.
(*) Excanciller del Perú e Internacionalista