Miguel Ángel Rodríguez MackayPerú

El poder de Irán y la advertencia de Trump

Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay
Excanciller del Perú e Internacionalista

Ha coincidido que, a poco de celebrarse el 46 aniversario del día en que Irán se convirtió en una República Islámica —fue el 1 de abril de 1979, como hoy—, recibiera una dura advertencia por parte del actual presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, para que acepte cerrar negociaciones en torno del programa nuclear que el propio Trump congeló durante su primer mandato, pues, de lo contrario, podría sobrevenir una reacción militar estadounidense sobre Teherán.

Preocupa —y mucho— que Trump, y en general, la Casa Blanca, crean que así podría conseguirse los resultados que están buscando. No veo a los iraníes de brazos cruzados y por eso quisiera referirme a este país, a su pueblo y a su sistema político, pues podrían estar errando acerca de su auténtica dimensión en las relaciones internacionales contemporáneas, las que podrían aparecer a los ojos de mis lectores como un país lejano.

Conviene precisar que los iraníes no son árabes sino persas y que, junto a Israel, son los Estados más poderosos del Medio Oriente, definiendo con objetividad las dimensiones geopolíticas en esa región que incluye a Arabia Saudita. Irán es un Estado teocrático, es decir, el poder político yace en manos del ayatolá, el mayor líder religioso en el país, y que dirige sus destinos desde que llegaran al poder por la denominada Revolución Islámica del 1 de febrero de 1979, que se trajo abajo a la monarquía de la Dinastía Pahlaví, presidida por el sah Mohammad Reza Pahleví, adicto a occidente, que fue derrocado en esta fecha, debiendo huir hacia Egipto y América.

En este marco es que volvió triunfante al país el ayatolá Ruhollah Homeini, el clérigo que terminó de posicionarse políticamente y, hasta su muerte en 1989, lideró desde el exilio —con éxito— la referida revolución de carácter religioso que lo consolidó en el poder.

Desde entonces, Irán, la nación chiita más poderosa de Medio Oriente con 89,20 millones de habitantes, mantiene un sistema político fundado en la referida teocracia. En este país persa, de origen histórico ario, la primera autoridad no es —como en la mayoría de los países del mundo— el presidente que lo tiene —Masoud Pezeshkian, desde el 28 de julio de 2024—, sino la omnipresente y totalizadora persona del ayatolá Alí Hoseiní Jameneí, el denominado Líder Supremo de Irán, que en la práctica es la máxima autoridad religiosa, política, económica, judicial, etc., en el país y quien decidirá qué hacer ante la posibilidad de un inminente ataque estadounidense por su reciente amenaza.

Precisamente, por su altísima membresía, el ayatolá es considerado una verdadera fuente de emulación del chiismo, una de las dos ramas del Islam —la otra es el sunismo—, religión monoteísta que fuera fundada por Mahoma en el 622 d.C. Irán tiene poder, pero no se conoce su verdadero tamaño, y esa sola realidad disuade, por lo que no debería ser soslayado política o militarmente.
¡Cuidado con eso!