Por Carlos Eduardo Rubio
Ex Ministro de Gobierno (Interior) y Ex Ministro de Trabajo, encargado en Panamá
Hace 169 años ocurrió un tema impactante en Panamá. El 15 de abril de 1856 desembarcó de un buque procedente de California el estadounidense Jack Oliver que, como un pasajero más, acudió a la calle de La Ciénaga (hoy mercado del marisco), a un puesto de frutas administrado por José Manuel Luna, oriundo de de Parita, hoy provincia de Herrera.
En estado de embriaguez, Oliver tomó una tajada de sandía que estaba a la venta, se la comió y se marchó sin haber pagado por ella. El panameño Luna exigió el pago de la tajada que era un real (cinco centésimos), pero Oliver le insultó y le amenazó sacando la pistola que portaba. Su excusa era que había pedido un melón y no una sandía. Luna respondió sacando un puñal, y estuvieron a punto de enzarzarse en una pelea cuando uno de los compañeros de Oliver decidió pagar la tajada de sandía, calmando a Luna.
No obstante, la situación no acabó cuando un peruano de nombre Miguel Abraham sorprendió a Oliver quitándole la pistola y salió huyendo de la escena. Tanto Oliver como sus compañeros salieron en busca del peruano a punta de pistola, dando inicio el tiroteo.
Según la Gaceta del Estado del 3 de mayo de 1856, hubo dos muertos locales ―Lucas Prados y Apolinar N.― y 16 extranjeros: Octavio Dubois (de Francia), N. Stokes (de los filibusteros estadounidenses de William Walker), Robert Marks (del estado de Pensilvania), Alexander Sweet (del estado de Maine) y otros 12 de los cuales se desconocen sus nombres.
En este momento, estábamos unidos a la Nueva Granada, a pesar de que el sentido de nacionalidad panameña iba en crecimiento, gracias a los pensamientos y actuar de don Justo Arosemena. También existía un grave descontento contra los americanos producto del poder intervencionista del Tratado Mallarino-Bidlack, firmado 10 años antes.
El Tratado Mallarino-Bidlack, firmado en 1846 entre Estados Unidos y Nueva Granada (actualmente Colombia), estableció una serie de disposiciones relacionadas con el tránsito y la navegación a través del istmo de Panamá.
El tratado otorgaba a Estados Unidos el derecho de tránsito a través del istmo de Panamá, facilitando el movimiento de personas y mercancías entre el océano Atlántico y el océano Pacífico.
En su primer párrafo, el artículo 35 establecía que los ciudadanos, buques y mercancías de los Estados Unidos disfrutarían en los puertos de Nueva Granada, incluidos los del istmo de Panamá, de todas las franquicias, privilegios e inmunidades en lo relativo a comercio y navegación que gozaban los ciudadanos neogranadinos. Esto significaba que los estadounidenses tendrían un trato preferencial en comparación con otros extranjeros y con los ciudadanos panameños.
La historia de las relaciones internacionales está marcada por un patrón recurrente: la opresión de los países grandes sobre los países pequeños. Esta dinámica se manifiesta en diversas formas, desde la colonización y la explotación económica hasta la intervención militar y la imposición de políticas que favorecen los intereses de las potencias hegemónicas en detrimento de las naciones más vulnerables.
El Tratado de Westfalia, que se firmó en 1648, es un conjunto de acuerdos que pusieron fin a la Guerra de los Treinta Años en Europa y a la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. Este tratado es considerado un hito en la historia de las relaciones internacionales y en el desarrollo del concepto de soberanía estatal, sin importar el tamaño de su territorio, población, economía, o poder militar.
El derecho es la fórmula para equilibrar las relaciones entre fuertes y débiles, como lo es el in dubio pro reo, o el in dubio pro consumidor, con el fin de evitar el abuso del poder de los más poderosos, y que puedan, maniobrar a los más chicos con medidas políticas, económicas y demás.
Además de aplicar el derecho, apelar a los organismos encargados de velar por la democracia mundial, los países chicos y medianos deben unirse multilateralmente porque si van por uno, después van por el siguiente. Por ende, es sabio rescatar las palabras de Martin Niemöller:
«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
ya que no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
ya que no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
ya que no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
ya que no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudo protestar».
Definitivamente hoy es un día para deliberar sobre el país que somos y cualquier podemos llegar a ser. Definitivamente nunca seremos un país grande en territorio, pero tenemos grandes cualidades, principalmente la codiciada posición geográfica. Para esto, definitivamente tenemos que tener un proyecto país que nos una, y sobre todo, ciudadanos patriotas que voten por gobernantes honestos que cumplan dicho proyecto.
No nos dejemos de nadie, ni de aquellos que no quieren pagar la sandía, o que nos pretenden humillar. Pero hagámoslo como siempre hemos logrado las grandes conquistas: Con negociación.