Miguel Ángel Rodríguez MackayPerú

La justicia que condenó a Jesús de Nazaret

Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay
Excanciller del Perú e Internacionalista

En las líneas que siguen, y pensando todo el tiempo en Jesús de Nazaret, como mi Dios hecho hombre, esta vez lo refiero desde su rol como uno de los personajes centrales de la sociedad internacional, a lo largo de los tiempos.

El juicio al que fue sometido, fue uno de los más injustos de la historia. Jesús, nunca contó con un debido proceso, y en los interrogatorios –fue torturado y degradada su condición humana– en el seno del Sanedrín judío, y en el palacio del Gobernador romano de Judea, Poncio Pilatos, jamás contó con un abogado para su defensa. No era el caso que no lo pidiera ni que lo quisiera –no lo hubiera reclamado–, si no que nunca se lo ofrecieron, que es distinto.

En los tiempos de Jesús, en la denominada Edad Antigüedad, el derecho vivió la etapa de la confusión, es decir, los criterios jurídicos fueron confundidos con los morales –hoy están claramente separados–, y por eso, fue condenado a morir en la cruz. Hoy es insostenible que un juez emita una sentencia en base a argumentos morales y no estoy diciendo que el derecho sea inmoral, si no que una conducta jurídica no puede ser valorada con criterio moral.

Por ejemplo, un sacerdote que viola a una niña y que ésta luego fallece por el ultraje, será condenado a cadena perpetua -yo le aplicaría la pena de muerte-, que es lo justo, y no por Dios que gobierna la moral religiosa.

Jesús fue un revolucionario porque trastocó el statu quo de su tiempo al predicar que los hombres son iguales por naturaleza, lo que más adelante fue llamado derecho natural. Cuestionó, entonces, la desigualdad legitimada por los sabios griegos y juridizada por los jurisconsultos romanos, pues condenó la esclavitud que había llevado al hombre a la vil condición de cosa, pero lo hizo sin odio, pregonando, el amor al prójimo, categorías humanas impensadas o ausentes en su tiempo.

La esclavitud fue la base de la economía de muchos pueblos –por eso Espartaco fue aplastado por Roma y el Libertador José de San Martín no la abolió en 1821, a pesar de haberla prometido– y Jesús se mostró predicando el amor y la caridad, a un sistema que haría cualquier cosa por mantener las diferencias entre los hombres, y por eso, además, fue el precursor más remoto de los derechos humanos.

El Nazareno, fue visto como un conspirador y como una amenaza, y por eso, le aplicaron la pena de muerte por crucifixión. Los romanos sabían que era inocente, pero no les importó como a Messala para destruir a Judá Ben-Hur y a su familia en la afamada película ganadora de 11 Oscar de la Academia. La verdad es que se lavaron las manos con tal de que su poder siguiera intacto –como hacen muchos en la actualidad–, y con ello, apaciguaron al influyente, pero herido Sanedrín atestado de fariseos.

Aunque Jesús murió en la cruz, fue un Dios de la vida y del amor por sobre todas las cosas.