Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay / Excanciller del Perú e Internacionalista.
La discriminación racial persiste, aunque algunos la nieguen casi como queriendo tapar el sol con un dedo. Para acabarla la Asamblea General de las Naciones Unidas por su Resolución 2142(XXI) proclamó el 21 de marzo de cada año como hoy “Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial”. Aunque existe una sola raza que es la humana, no se ha podido evadir la realidad de que hay seres humanos que desprecian a otros por el color de su piel o por sus facciones físicas, y con ello, por su estructura biopsicosocial, y al desdeñarlos afloran prejuicios, siempre por mirarse erradamente superiores. La discriminación racial existe en todas partes del mundo y esta realidad no significa que debamos tolerarla. Que persista es una completa inconsistencia antropológica. Los racistas son verdaderos acomplejados, pero, sobre todo, completos ignorantes.
Una persona formada en valores y cultivada en el conocimiento podrá romper las cadenas que pudieran haberlo atado en su entorno, generalmente el familiar o doméstico donde la exigencia sigue siendo, penosamente, y en pleno siglo XXI “el mejoramiento de la raza” como pasa en el Perú. Es verdad que físicamente no somos iguales, pero esa y ninguna otra razón es justificable para sostener o avalar conductas racistas.
Hay hombres altos y hombres bajos. Hay hombres atléticos y hombres enclenques. Aunque en el proceso histórico de la sociedad internacional los blancos, que controlaron los modos de producción, sometieron a los negros a la condición de esclavos e impusieron un dominio racista, poco se dice que los negros también son racistas respecto de los blancos. Por ejemplo, hay quienes afirman que los negros son más fuertes que los blancos. Aunque podrían serlo, para la ciencia médica a la que siempre debemos recurrir para no escribir disparates, sostenerlo es un completo error. Óscar Ringo Bonavena (1942-1976), eximio boxeador argentino de peso pesado, en las 69 peleas que tuvo durante su carrera –murió asesinado–, solo perdió una antes del límite en combate y fue ante Muhammad Alí, el rey del box de todos los tiempos. En nuestro país el racismo sigue intacto.
Ricardo Palma lo denunció en el siglo XIX recordando que “el que no tiene de inga tiene de mandinga” y seguir desconociéndolo es parte del drama nacional porque no somos capaces de acabar con la fractura histórica. Mientras no se dé la revolución educativa que libere al Perú de las cadenas de la ignorancia y de los complejos, el racismo nos seguirá dividiendo.
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