PCDD – Global

La extraña globalización de la soberanía

por Miguel Ángel Rodríguez Mackay

Lo que acaba de pasar a Europa con las instrucciones determinadas por las autoridades de la Unión a los 27 Estados que la integran en relación a la inminencia de una guerra revela la gravedad de la relativización de la soberanía de los Estados.

Cuando se juntaron para liberarse de las fronteras nacionales del proceso westfaliano pensando en la integración económica muchos vieron al modelo europeo como uno realmente ejemplar. Ahora que todos los países han debido seguir órdenes de Bruselas por asuntos de seguridad, los cuestionamientos son mayores.

Quisiera, entonces, referirme a las extrañas circunstancias que produce la globalización. De hecho, se quiere atribuir a este fenómeno virtudes de una extraña gobernabilidad internacional. Es un completo error.

El gobierno supone capacidad para tomar decisiones verticales sobre los gobernados y el territorio en que viven. Esto es esencial para comprender que la gobernabilidad es propia del frente interno del Estado como pasa en Alemania, Francia o Italia. Fuera de las fronteras nacionales, el relacionamiento con los demás Estados, es enteramente horizontal, pues no existe un Estado jurídicamente más importante que otro. EE.UU. y el Perú, lo son, aunque no lo sean política, económica o militarmente, constituyendo una garantía para el Orden Mundial.

Pegado al gobierno yace la soberanía, que es una cualidad intrínseca al Estado, por lo que sin soberanía no hay Estado. Por esa razón, tampoco existe la pretendida soberanía global o internacional.

La globalización existe para dinamizar y estrechar las vinculaciones entre Estados y otros actores internacionales, no para crear una superestructura de gobernabilidad planetaria. El mundo es anárquico por naturaleza, es decir, no cuenta con una autoridad central –la ONU no lo es– como, en cambio, sí pasa en el Estado.

Los propios europeos, promotores de la referida globalización económica, advertidos de la amenaza de una Constitución para la Unión, la rechazaron abrumadoramente en 2005. Los que pregonan el gobierno global, valiéndose de la ONU, que es un foro político con legitimación mundial, quieren imponer una agenda global para los Estados, y hasta para enfrentar las amenazas comunes –guerra, migración, medioambiente, etc.– propugnan crear una fuerza transnacional que prescinda de las Fuerzas Armadas, que son propias del Estado para la seguridad y defensa nacional.

Esta idea de la relativización de la gobernanza nacional, que es lo mismo que de la soberanía, superponiendo una exacerbación de derechos, lamentablemente ideologizados, los lleva a crear marcos normativos (tratados) para el empoderamiento supranacional (tribunales).

Lo único que puede haber en el mundo, son las vinculaciones de coordinación y de colaboración entre los Estados y otros actores convencionales. Nada más que eso. Los europeos no deberían dejar de tenerlo presente.

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