Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay / Excanciller del Perú e Internacionalista.
Si algo le preocupa profundamente a los Estados Unidos de América es no perder por ningún motivo su condición de superpotencia o hegemón del planeta que fue consiguiendo progresivamente luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1919), gracias a la ciclicidad en la tenencia del poder mundial, y el elegido para asegurar ese status internacional, es el magnate neoyorquino y republicano, Donald Trump, que mañana, lunes 20 de enero, asumirá su segundo y definitivo mandato, conforme a la enmienda XXII (de 1951), introducida en la Constitución de 1787, la única que ha tenido este poderoso país del globo a lo largo de su historia, iniciada el 4 de julio de 1776, día de su Independencia Nacional, y que limita hasta dos períodos de gobierno, los que no necesariamente deben ser consecutivos.
La misión de Trump, entonces, la llevará adelante pegado a su estilo frontal, irreverente e inadvertido, aplicando la política del proteccionismo de su economía y en el marco decididamente westfaliano, que privilegia la soberanía del Estado. Trump deberá evitar a cualquier precio que EE.UU. siga en su tránsito hacia el mundo multipolar, es decir, aquel en el que no existe un solo hegemón.
Para EE.UU. la consigna es que el mundo debe ser únicamente unipolar, concentrando el poder del planeta, tal como lo tuvo Inglaterra (hoy Reino Unido), durante el siglo XIX, en lo que la historia de las Relaciones Internacionales ha registrado como Era victoriana. A mediados del siglo XX, a EE.UU. le tocó compartir el poder mundial con la desaparecida Unión Soviética, durante el segundo mundo bipolar, pues el primero que registra la historia universal, fue a fines del siglo XV, cuando España y Portugal se dividieron el mundo por el Tratado de Tordesillas de 1494.
Trump buscará rápidamente que EE.UU. recupere liderazgo mundial y él tiene lo que nunca Joe Biden, es decir, carácter para hacerlo. Por eso, además de acabar guerras y solucionar conflictos y controversias en diversas partes del mundo, Trump se va mostrar muy firme con las medidas anunciadas: elevación de los aranceles y endurecimiento migratorio, y no va a escatimar en volver a querer bajarle la llanta a China a través de la guerra comercial en la idea de que Beijing deje de correr, o si prefiere mejor, tropiece, en su objetivo de querer alcanzar a Washington.
Finalmente, muchos están creyendo que Marco Rubio, inminente nuevo secretario de Estado, será ventajoso y facilitador para América Latina, pero no lo creo. El senador de ascendencia cubana es un halcón como el propio Trump, o hasta más radical, y precisamente esa es la razón principal por la que el presidente lo ha elegido para presidir la diplomacia del país.
Así, considerando que China ha metido sus narices en nuestra región, espacio de influencia estadounidense por definición geopolítica, Trump requiere de un articulador ad hoc para sus planes en América Latina mirando a China, y no de un vocero para América Latina, que es distinto. No nos engañemos.
Fuente imagen.