Por Antonio Tejeda Encinas, presidente de PCDD-Participación Ciudadana, Democracia y Derecho
Tres años después de la erupción, la reconstrucción sigue atrapada en la burocracia, la ineficiencia y la manipulación política.
La erupción del Cumbre Vieja en septiembre de 2021 desató una crisis que no solo fue natural, sino también administrativa y política. La gestión de la reconstrucción ha convertido a La Palma en el paradigma de cómo la burocracia, la falta de coordinación y el cálculo político pueden frenar la recuperación de una sociedad.
Los números pueden parecer abrumadores:
1.040 millones de euros movilizados por el Estado, de los cuales 940 millones han sido ejecutados y 100 millones siguen pendientes de transferencia.
221 millones de euros inyectados por el Cabildo de La Palma en la economía de la isla en 2024.
Más de 300 viviendas construidas y 537 familias que han recibido ayudas al alquiler, pero cientos de damnificados siguen atrapados en alojamientos temporales.
El reciente rechazo al Decreto Ómnibus en enero de 2025 inicialmente dejó en el aire ayudas clave para la recuperación de la isla. Sin embargo, posteriormente el Gobierno logró renegociar un acuerdo parcial que incluyó:
La revalorización de las pensiones y el mantenimiento de las bonificaciones al transporte público.
Las ayudas relativas a la DANA, aunque con limitaciones.
Algunas medidas económicas para La Palma, mientras que otras quedaron fuera y siguen en negociación.
Este contexto no hace más que reforzar la gran pregunta que atraviesa toda la gestión de la reconstrucción:
¿Es la ineficiencia del sistema un error o una estrategia?
¿Por qué recurrimos a la filosofía para entender la reconstrucción de La Palma?
A primera vista, la reconstrucción de una isla tras una erupción parece un problema técnico, económico o político. Sin embargo, al analizarlo en profundidad, descubrimos que se trata de un problema mucho más estructural, una manifestación de las dinámicas de poder, burocracia y control social que han sido estudiadas por algunos de los más grandes pensadores de la historia.




La reconstrucción de La Palma no es solo un problema de dinero y gestión. Es un reflejo de cómo funcionan los Estados modernos cuando enfrentan el caos y la incertidumbre.
Nietzsche y la Tragedia del Estado Paralizado
Friedrich Nietzsche describió el Estado moderno como una máquina que se justifica a sí misma, pero que en realidad es un obstáculo para la acción y la transformación.
En La Palma, la reconstrucción no ha sido una cuestión de recursos, sino de miedo y de inercia institucional:
Miedo político: La reconstrucción ha sido un campo de batalla electoral, donde las decisiones se han tomado más en función de equilibrios de poder que de las necesidades reales de los damnificados.
Miedo económico: La incertidumbre en la gestión ha frenado la inversión privada, dejando a la isla sin motores claros de reactivación económica.
Miedo social: La dependencia de las ayudas ha convertido a los damnificados en rehenes de un sistema que los mantiene en la espera constante.
Pero Nietzsche advertía que el Estado no solo controla con miedo, sino también con ruido:
Ruido mediático: Se anuncian fondos y planes con gran cobertura, pero las soluciones siguen sin llegar a quienes más las necesitan.
Ruido burocrático: La reconstrucción se ha convertido en un laberinto administrativo donde las ayudas existen, pero no se ejecutan con eficiencia.
Ruido político: La Palma ha sido usada como moneda de cambio en negociaciones parlamentarias, en lugar de recibir un trato de emergencia innegociable.
Foucault y la Gestión del Caos: Tecnología como Simulación de Avance
Michel Foucault describió el poder moderno como la administración de crisis perpetuas en lugar de su resolución. En La Palma, esta lógica se ha materializado de una forma aún más sofisticada:
Se han implementado drones para monitorear el avance de la reconstrucción, pero la falta de mano de obra sigue retrasando las obras. La tecnología se usa como un simulacro de progreso, cuando en realidad la reconstrucción no avanza a la velocidad necesaria.
Las reubicaciones han priorizado zonas turísticas sobre áreas tradicionales, afectando la estructura social de la isla.
Se han desviado 3 millones de euros de fondos de reconstrucción al evento Starmus 2025, mientras cientos de damnificados siguen sin hogar.
Foucault nos recordaría que el verdadero control del poder se ejerce no resolviendo problemas, sino gestionándolos de forma indefinida. La reconstrucción de La Palma parece ajustarse exactamente a esta lógica.
La Parálisis No es un Accidente: Es un Síntoma del Sistema
El fracaso de la reconstrucción no es exclusivamente un problema del Gobierno central, del Gobierno canario o del Cabildo de La Palma. Es el reflejo de un sistema estructuralmente incapaz de gestionar crisis con agilidad.
El Gobierno central ha transferido fondos tarde y ha condicionado la reconstrucción a negociaciones políticas.
El Gobierno canario ha fallado en la distribución de ayudas y en la gestión del sector agrícola, clave para la economía palmera.
El Cabildo y los ayuntamientos han priorizado proyectos mediáticos en lugar de necesidades urgentes, retrasando la entrega de viviendas.
No se trata de falta de dinero, sino de falta de voluntad política y de una estructura administrativa que pone más obstáculos que soluciones.
El Fin de la Pasividad
Nietzsche, Weber, Arendt y Foucault habrían visto en La Palma una demostración de cómo el Estado moderno perpetúa crisis en lugar de resolverlas.
Para romper este ciclo de inacción es necesario:
1. Una Ley de Emergencia Social que permita saltar trámites burocráticos innecesarios.
2. Auditorías públicas sobre el destino real de los fondos de reconstrucción.
3. Participación activa de los damnificados en la toma de decisiones.
La historia no perdona a quienes fallan en su deber cuando más se les necesita.
Es hora de exigir que la reconstrucción sea un compromiso real y no una herramienta política para perpetuar el poder.