Por Miguel Ángel Rodríguez Mackay / Excanciller del Perú e Internacionalista.
Trump se mueve en todos los espacios geopolíticos del mundo porque sabe que está contra el tiempo –durante su primer mandato la pandemia le restó uno valioso que necesitaba–, para lograr su cometido de ubicar a Estados Unidos de América liderando un esquema planetario unipolar. Así, del atropellado momento político internacional con Volodomir Zelenski en la Casa Blanca por la guerra en Europa del Este entre su país, Ucrania, y Rusia, ha girado hasta el Medio Oriente para dar aviso por una carta al máximo líder espiritual y con poder real de la República Islámica de Irán, el ayatola Ali Hoseini Jamenei –está por encima del presidente de Irán, Masoud Pezeshkian–, para plantearle negociaciones respecto del programa nuclear que lleva adelante el régimen de Teherán y que Washington considera una auténtica amenaza para la paz mundial.
Aunque el canciller iraní ha negado que hayan recibido la mentada comunicación, ha dejado completamente abierta la posibilidad de negociaciones y eso es realmente bueno pues expresar que hasta el momento no han recibido ninguna carta por parte de los Estados Unidos para sentarse en una mesa de negociación, debe entenderse de una sola manera, es decir, que están a la espera de que sea remitida. Este será uno de los capítulos más complejos para Washington mirando los objetivos de Trump. Quisiera recordar que, desde la muerte del general iraní, Qasem Soleimani –muy sentida en Irán–, por un dron que impactó en la camioneta en que apenas segundos antes había subido, a su arribo al aeropuerto de Bagdad, a manos de Estados Unidos, y prometer venganza el régimen teocrático, las relaciones entre ambos países han sido muy malas.
Nadie imaginaria que la vinculación de Washington con la dinastía Pahlavi, la última de Irán, terminaría con la Revolución Islámica de 1979, y con ella toda la inversión estadounidense anterior para que la nación persa tuviera capacidad nuclear, allá por las décadas de 1950 y 1960 en que Washington y Moscú lidiaban por ganar más adictos a su canasto ideológico (capitalismo o comunismo). Irán no es, entonces, una caja de pandora. Se sabe que podría tener potencialmente capacidad nuclear, y eso explica el interés de Trump para negociar con los persas.
El acuerdo sobre el referido programa nuclear entre los miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania con Irán, fue interrumpido precisamente por Trump al inicio de 2020. Es tiempo de que sea retomado y ojalá que los maximalismos de una y otra parte pudieran crear las condiciones para dar paso a una negociación realista, que –repito– aunque no será nada fácil, se ha vuelto necesaria para ambos países, determinando un giro a la relación de Irán con Israel, el aliado de Estados Unidos, y respecto del cual el régimen de los ayatolas no ha ocultado su deseo de ver consumada su extinción como Estado. Veremos qué pasa.
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